El orden, el silencio, la humildad, la austeridad y el ascetismo
arquitectónico, así como la paz de Dios de un monasterio
benedictino o cisterciense deparan al visitante una alegría
cognoscitiva, de la cual nacen experiencias sobre las condiciones de la
creación arquitectónica en general. Así se percibe
cómo toda arquitectura monástica depende de las reglas monacales.
(Braunfels, W.)
¿Un arte de transición al Gótico?.
¿Un capítulo más de la arquitectura protogótica,
reflejo de una idiosincrasia, de una actitud de vida?.
Quizás hablar de un arte cisterciense no debe asociarse a un arquetipo
normalizado y generalizado, mas pueden encontrarse rasgos homogéneos
estrechamente relacionados a la austeridad y sencillez propugnadas por San
Bernardo.
En cualquier caso, difícilmente puede interpretarse una edificación
monacal de Occidente sin conocer las correspondientes reglas monásticas.
(Duby, G.)
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Para algunos autores es factible
de hablar de cuatro premisas para la aparición de la nueva forma
arquitectónica del monasterio cisterciense: El concepto de pobreza, el
deseo de huir del mundo, el encargo de filiación y la tendencia a un
nuevo orden. La estética agustiniana del número y de la
proporción fueron la clave de la visión medieval del mundo y en
ella se apoyaron también los constructores cistercienses.
Deseas ver y comienzas escuchando. La audición es el camino de
la visión. Por eso, escucha e inclina tu oído, para que por
la obediencia del oído llegues a la gloria de la visión...
Estos dos principios elementales son necesarios tener en cuenta para la
compresión de esta arquitectura, son conceptos sobre los que se
asientan sus edificios. La propuesta estética de la arquitectura
cisterciense, basada en la piedra como materia de trabajo, apunta hacia la
claridad de formas geométricas, del ritmo y de la proporción,
la simplicidad constructiva, cumpliendo la primera premisa de pobreza.
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